sábado, 3 de julio de 2010

El daño a la nomenclatura de Tlatelolco


Aurelio Cuevas

De modo lento pero constante se aprecia la desaparición o robo de insignias de metal que identifican a diversos inmuebles o esculturas de la Unidad. Así pasa con las inscripciones metálicas de los nombres y direcciones de varios edificios habitacionales (los que tienen menos pisos) y que estaban colocadas en el exterior de los mismos, en muchos casos han desaparecido. Ante este hecho algunas veces - por iniciativa de los vecinos- se ha puesto el nombre o dirección del edificio con letras o números pintados de negro, pudiendo así orientarse los visitantes de la Unidad para llegar a casa de algún pariente o amigo.

Además, dentro de los diversos edificios para habitación es común ver espacios vacíos en alguna pared externa o interna de su planta baja donde, por largo tiempo, estuvo adherida una gran placa de cobre alusiva a la institución (el Banco Nacional Hipotecario Urbano y de Obras Públicas) y el nombre del constructor de la Unidad (Arq. Mario Pani). ¿Quién o quiénes se han encargado de desprender y sustraer tales placas de su lugar original?

Pero ahí no para la cosa, aunque sea lo más notorio, ya que también se da la ausencia de placas o partes de metal que identifican o aluden a monumentos conmemorativos o bustos de personajes ilustres. Es el caso del monumento a la Solidaridad manifestada entre los habitantes de la ciudad de México tras los sismos de 1985, que se encuentra ubicado afuera del Jardín de Santiago, del lado de la glorieta de Cuitláhuac: la placa alusiva al motivo de la escultura desapareció así como una parte del laurel de cobre integrado a la obra.

Otro ejemplo es el monumento a los estudiantes muertos por la represión gubernamental del 2 de octubre de 1968, ya que la placa adherida en la parte posterior que explicaba el motivo de la estela desapareció desde hace largo tiempo quedando solo un enorme hueco. Uno más es el del busto de José Guadalupe Posada, ubicado dentro del Jardín de Santiago (esquina nororiente), cuya identificación fue desprendida desde hace muchos años por manos desconocidas; obviamente que habrá quien pase cerca de la efigie y reconozca en ella al popular artista de Aguascalientes –creador de los grabados con calaveras- , pero no es exagerado afirmar que para el transeúnte común –con una escasa cultura general- su identidad es un misterio.

Por último, en los últimos tiempos varias de las grandes placas numéricas que forman el reloj de Sol ubicado en el sitio donde –hace todavía 25 años- se erigía el edificio Nuevo León han ido desapareciendo. ¿Quiénes son los autores de tal hurto? Al igual que en los casos anteriores la respuesta nadie la sabe. ¿Serán “de Tepis”? ¿Los de “La Guerrero”? ¿De colonias más lejanas? ¿O vivirán dentro de la misma Unidad? En cualquier caso, hay otra cuestión ¿Cuál es el destino o qué se hace con las letras, números o planchas de metal sustraídas de edificios y esculturas de Tlatelolco? Tal vez en los circuitos de la llamada “economía informal” se pueda hallar la respuesta.

Aún hay nomenclaturas de metal en edificios, monumentos o esculturas en la Unidad que se mantienen intactos. ¿Por cuánto tiempo? Eso dependerá del interés puesto por la comunidad de vecinos –y las autoridades públicas- en preservarlas ya que también son elementos indicativos de la calidad de vida en la gran ciudad.

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