domingo, 16 de octubre de 2011

Tratado de Tlatelolco y la Plaza de las Américas


Miguel Ángel Márez Tapia* 

En las siguientes palabras tengo la intención de esbozar brevemente otro aspecto importante sobre lo que representa vivir en Tlatelolco, por ello nos introduciremos en unos de los hechos más trascendentes que traspasaron nuestras fronteras y también es parte esencial de lo acontecido a lo largo de la historia de nuestra unidad habitacional.

Como ya sabemos, el Conjunto habitacional fue construido dentro de un contexto geopolítico regional muy complejo, nuestro compañero el Arq. Santiago Jordá, hizo mención en una de sus colaboraciones sobre la Alianza para el Progreso (ALPRO), un programa internacional de ayuda económica y social por parte del gobierno norteamericano de John F. Kennedy a países latinoamericanos, uno de ellos México. El resultado fue la construcción de dos unidades habitacionales, la John F. Kennedy en Balbuena y el Conjunto Urbano Presidente Adolfo López Mateos en Nonoalco Tlatelolco.

Los trece días de la crisis de misiles en octubre de 1962, cuando se estuvo al borde una guerra nuclear entre Estados Unidos y la URSS en suelo cubano, mostró la vulnerabilidad de la región latinoamericana respecto a los intereses de las superpotencias enconadas en la llamada “Guerra fría”; el nombre de Tlatelolco tuvo un importante papel a través de la respuesta de países latinoamericanos respecto a este tema, López Mateos tiene la iniciativa de pactar un acuerdo con líderes de otras naciones de la región para realizar, en primera instancia, la Declaración Conjunta sobre Desnuclearización de América Latina el 29 de abril de 1963.


Al tomar la decisión que Tlatelolco albergaría la nueva cancillería, la construcción de la unidad estuvo inmersa en estas negociaciones internacionales, aquí es relevante la figura de Alfonso García Robles (premio nobel de la paz en 1982) que tuvo la encomienda de ser el representante de nuestro país en esas reuniones. Al mismo tiempo, Tlatelolco representó la máxima obra en el sexenio de López Mateos, en ella se introdujo toda la ideología del Estado para legitimar su poder.
Alfonso García Robles (Premio nobel de la paz, 1982)

Reflexiónelo un instante, Tlatelolco no sólo representaba la historia sino también simbolizaba al país, las secciones se llamaban “La Independencia”, “La Reforma” y “La República” respectivamente, eso esbozaba la intención del gobierno mexicano en darle al proyecto un toque nacionalista y legitimización de su propia gestión. Esto implicó una tensión constante porque la élite que gobernaba nuestro país deseaba ser partícipe de la opulencia simbolizada en Tlatelolco.

López Mateos le pone su nombre al Conjunto Urbano, inaugurándolo oficialmente el 21 de noviembre de 1964 a sólo nueve días de terminar su gestión, convirtiéndose así, en la última obra de gran magnitud de su sexenio, una característica que quiso acuñarle al proyecto fue la dimensión cultural, introdujo la noción sobre las Tres Culturas y su plaza monumental enmarcada en los tres momentos históricos petrificados (la pirámide, el templo y el edificio), tres formas de edificación del poder hegemónico.

Se tiene conocimiento que la historia de nuestro país se escribe cada sexenio, Tlatelolco no estaría exento de este fenómeno, el 1 de diciembre de 1964 toma posesión Gustavo Díaz Ordaz y su mirada cambiaría el rumbo del Conjunto, el nuevo presidente intentaría ser parte del proyecto, derogando los decretos que su antecesor había dejado encomendados; primero le borró el nombre de quién ocupó la silla anteriormente impulsando el nombre comercial de Ciudad Tlatelolco, otra modificación importante fue la eliminación del proyecto de museo de sitio en la zona arqueológica y el museo de la Aduana del pulque, en vez de priorizar a la unidad habitacional con un centro irradiador de cultura en la zona norte de la ciudad de México. Díaz Ordaz tuvo la intención de convertir a Tlatelolco en el centro de la negociación geopolítica, convirtiéndolo en el corazón de América Latina.
Un basamento que soporta 32 mástiles organizado en tres hileras
 a un lado del edificio 15 de septiembre, 
en donde se colocaron las banderas de los países participantes

Las Tres Culturas eran insuficientes para la mirada del nuevo gobierno, esto implicaba ampliar la escala de la plaza monumental erigida en Tlatelolco, Díaz Ordaz dio mucho peso a la política exterior, así se entiende, cuando dejó bajo el resguardo de la Secretaría de Relaciones Exteriores, el antiguo convento de Tlatelolco y la Aduana, a manera de consolidar la imagen de una nación pujante y líder en América Latina, a fin que le sirviera de soporte político para mantener un diálogo más directo con Estados Unidos.

Esa es la razón por la que se intentó rebautizar a este sitio como la Plaza de las Américas, para ello se utilizó una estructura en el lado norte de la plaza mandada hacer ex profeso, un basamento que soporta 32 mástiles organizado en tres hileras a un lado del edificio 15 de septiembre, en donde se colocaron las banderas de los países participantes, junto con el lábaro patrio situado en el mástil principal localizado en la zona oriente a un costado del edificio Chihuahua. Treinta y tres países suscribieron el Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares en la América Latina y el Caribe, mejor conocido como Tratado de Tlatelolco en la antigua cancillería (hoy Centro Cultural Universitario de la UNAM), esto significó concretar un acuerdo geopolítico de grandes dimensiones para la no construcción ni proliferación de armas nucleares en América Latina el 14 de febrero de 1967, el primero de su tipo en todo el mundo.

Hoy en día, este suceso preferentemente se recuerda en el momento que se construyó en 1991, el Jardín de Médicos por la Paz, lugar en donde los monumentos, la pequeña plaza, los cinco continentes simbolizados en las jardineras y el ágora son elementos centrales de lo que ha acontecido en Tlatelolco, memoria que no debe dejarse de un lado, patrimonio no únicamente de los tlatelolcas, sino más allá de nuestras fronteras.

*Antropólogo

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