viernes, 24 de febrero de 2012

Anecdotario tlatelolca

Corrían los años setentas1
DE LA SEGURIDAD Y VIGILANCIA
Por José María Arellano M.*


Inmersos en un ambiente de olor a café recién tostado nos damos a la tarea de contar algunas anécdotas en Tlatelolco.
- Acostumbré a tomar la copa los viernes y aquellos, cuando se podía, en quincena. No acostumbraba ponerme hasta las manitas pero si medio chiles. Y no como Ángel que a las primeras tres cervezas al caminar se tambaleaba.
- Ja, ja, ja, la cafetería se lleno de risas y volteamos a ver a Ángel que sin disimulo dejaba ver su incomodidad.
- En una ocasión que fui con Ángel, de regreso a la unidad, de nuestro andar por Garifas, a la altura del club deportivo “5 de mayo” unos chavos se nos acercaron a preguntarnos quién sabe qué cosa, a lo cual, Ángel les contestó un tanto agresivo que no sabía. Los tres chavos se pusieron en guardia con intención de agredirnos, corrimos en dirección a la calle de Lerdo y ellos hicieron el intento de seguirnos a la carrera pero les sacamos distancia. A mí, se me ocurrió tomar unas “piedras bola” sueltas, que por cierto abundan en la unidad, y las aventé como si fueran bolas de boliche en dirección hacia los chavos, el andador se inundó del ruido de las “piedras bola”; hice como cuatro tiros aunque nunca supe si hice chuza, pero eso sí recuerdo que alcance a oír como los chavos corrían hacia la “primera”. Rematamos nuestros tiros con gritos de groserías. Cesaron los golpeteos de las piedras en el adoquín del andador y volvió la calma.
 - ¿Qué hora era?, preguntó Adal.
- Como las 3 de la mañana.
- ¿Y los polis?.
- Ni sus luces.
Año de 1975, vista desde la azotea del edificio Santos Degollado.
Fotografía tomada por el Ing. David Velazco Pérez







En otra ocasión, a Ángel se le ocurrió comprar una “six” de cervezas para tomárnoslas enfrente a la ventana de la chica que tiempo después fue mi novia. Le dije que no porque era arriesgado y corríamos el peligro de que nos detuvieran por estar tomando en la calle -aunque en Tlatelolco las áreas comunes que hay entre los edificios, no se consideran como tales- pues ya en materia, empezamos a tomarnos las consabidas chelas, que por más, siempre a la primera se le hace gesto y peor si no tiene sus correspondientes gotas de limón y granos de sal. Y a nuestros silbidos y señales -que en ese momento, dudé mucho que a esa distancia ella los hubiera identificado-. Entre comentarios y plática alcoholizada nuestros reiterados silbidos y tragos llegamos a medio “six” de chelas y a lo lejos vimos como la cortina de esa ventana se movía. Era ella -me dije… ¡caray! que poder mental- colocó sus codos en el marco de su ventana, sus manos en su mentón y apoyando su cabeza en la ventana nos observó-. Hasta la fecha nunca le pregunté qué pasaba por su cabecita loca-.

Al quedar solo dos cervezas, ella empezó a mover los brazos y hacer señas que por más que esforzábamos a nuestros cerebros etílicos, no supimos descifrar el significado de sus “insistentes señales”. El “six” llego a su fin y decidimos retirarnos. Ella se despidió dando un suspiro de descanso, días después -eso sí, le pregunte-.
Y ella me dijo:
-Les estaba haciendo señas para avisarles que estaban pasando policías, se acercaron tratando de oír lo que ustedes platicaban y ver lo que hacían, aunque parece ser que no lograron oír y ver gran cosa. Cuando ustedes se fueron los polis desaparecieron.
- Y ¿por qué no nos habías platicado de eso?
- No hubo oportunidad – le conteste a Adal-.
 A lo que voy…
-Recuerdan cuando años después nos invitaron a participar y pegar carteles de la susodicha federación de jóvenes tlatelolcas ¿recuerdan?
- ¡Ah! , ya sé por dónde vas -convencido, aunó Ángel-
- Pues, ese día, por cierto era de noche. Estábamos pegando los carteles y… ¡zuuum! de repente estábamos rodeados de 5 policías. Uno de ellos se acercó y nos preguntó: ¿Para qué y de quién es eso que están pegando?
Paco le acercó un ejemplar del cartel y le dijo: “son de la federación de jóvenes invitando a una conferencia”; y el señor oficial seriamente empezó a leerlo –o al menos parecía que lo hacía- , se quedo pensativo y dijo:
“Ándense con cuidado, acaben de hacer lo que están haciendo y retírense a sus casas”.
Nerviosos e incrédulos, de lo que había sucedido, con sigilo continuamos pegando los carteles y así nos despedimos no sin antes comentar:
- ¡fiuuúúú! la que nos libramos, pensé que la iban a hacer de emoción…
- Entonces ¿qué concluimos de esto? –enfatizó Pepe-
Casi a coro dijeron:
- ¡¡Yáaaa, dinos que es!!!
- Pues que aquí, al menos en Tlatelolco, la vigilancia era de carácter político.
- ¡Ahhh!! Bárbaro -exclamó Paco- ya te hizo efecto la cafeína, ¡sírvanle más café a este cuate!.

* Diseñador gráfico.
1Un modesto homenaje a los llamados Correcaminos, mote dado a los cuatro jóvenes por el Comité Coordinador de Propietarios y Residentes de Tlatelolco, constituido en el año de 1974. Porque tenían la cualidad, de distribuir volantes y propaganda –de la información emanada de los acuerdos de las asambleas vecinales- en la brevedad de tiempo en toda la Unidad. A pesar de haber sido intimidados sus papás de despojo de sus departamentos y amenazados de muerte –ellos, los Correcaminos- continuaron participando. Además, fueron víctimas de la llamada guerra fría en los años setentas. Cuatro vecinos que se hicieron grandes amigos, que actualmente se frecuentan por internet.

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