sábado, 22 de diciembre de 2012

El testigo olvidado

El Camino Real de Tierra Adentro empezaba en Tlatelolco



Arq. Arturo Garrido y Rodríguez




En la inmensa ciudad de México con cientos de colonias y millones de habitantes, hay miles de historias contadas otras por contar. Una de estas historias es la que relataremos a continuación, la del “Testigo olvidado”.

Yendo rumbo al norte de la ciudad, nos acercaremos al antiguo barrio de San Simón Tolnahuac, barrio de prosapia meshica. Ahí encontraremos un monumento olvidado que tiene cientos de años encima. Pero acerquémonos y prestándole nuestra voz, escuchemos, primero como un susurro, como si fuera el viento, después con más claridad nos empezará a contar su historia :

Por este mismo lugar, trescientos años antes de que existiera, transitaban con paso presuroso innumerables tamemes como una fila de hormigas conducidos por los pochtecas, salían de Tlatelolco llevando entre otras cosas mantas finas, cerámica, cacao, plumas preciosas y regresaban al gran tianguis de Tlatelolco cargando productos como oro, turquesas, cinabrio, conchas y caracoles. Cien años después aparecieron otros viajeros, de tez pálida y brillante armadura que acompañados por una muchedumbre de pueblos enemigos, cercaron y atacaron a la doble ciudad de Tenochtitlan y Tlatelolco, tomándola y destruyéndola.

Los recién llegados decidieron construir su ciudad en el mismo lugar, ocultando la antigua en los cimientos de la nueva. El camino quedó en tan mal estado, que durante algún tiempo no fue posible utilizarlo, pero el descubrimiento de minas de plata en el norte de la Nueva España, sirvió para que se reparara y volviera a su antigua actividad llevando artículos y trayendo plata.

Así fue durante cerca de dos siglos, hasta llegar al año de 1691, en que gobernaba Gaspar de la Cerda Sandoval Silva y Mendoza, conde de Galve y virrey de la Nueva España. En el verano del año de 1691 llovió en demasía, tanto en la cuenca de México como en el valle de Puebla. Se echaron a perder así tanto las siembras de trigo como las de maíz. Desde el domingo10 de julio hasta el 22 del mismo mes, estuvo lloviendo casi constantemente en la cuenca de México provocando que se inundaran los campos circundantes y la misma capital del virreinato. Desde la Calzada de los Misterios en toda su longitud, hasta los pueblos vecinos de Tlalnepantla, Atzcapotzalco y Tacuba, todo era un lago con una profundidad de hasta dos varas ( 1.676 mts.). Lo mismo se daba entre la Calzada de la Piedad y la de San Antón ( San Antonio Abad ). Como lo reporta el sabio Don Carlos de Sigüenza y Góngora "nadie entraba en la ciudad  por no estar andables los caminos y las calzadas" esto a su vez ocasionó una tremenda carestía y elevación de los precios de los comestibles. Prácticamente casi toda la ciudad de México parecía una enorme laguna, como en tiempos de los aztecas.

Para agravar las cosas un mes después, el 23 de agosto a las 8.47 de la mañana dio inicio un eclipse total de sol, que provocó gran alarma en la población de la ciudad de México, la cual corrió a los templos implorando por la misericordia divina, la calma únicamente regresó al termino del eclipse y ya para las 9:30 todo había concluido. Sólo algunas personas como Don Carlos de Sigüenza y Góngora lo observaron con atención con su telescopio o "anteojo de larga vista", pero para el resto de la población fue un mal augurio repitiendo una y otra vez "esas cosas del cielo algo malo traerán".

Y así fue, pues en la siguiente cosecha de trigo se hallaron las espigas sin grano atribuyéndose al  "chiahuiztli", este gusano de la raíz de las plantas contaminó a las pocas que se habían salvado. Y no sólo fue la plaga de ese gusano, sino también la aparición de una goma o resina blanca  que afectó tanto al trigo como a los maíces. Nunca fue más cierto el dicho de “ les cayó el chahuistle “. La escasez del pan comenzó a sentirse en septiembre de 1691, lo que provocó desabasto y carestía. El virrey informado de la situación consultó a los señores del Real Acuerdo y mandó a sus funcionarios a investigar al sur de la cuenca en busca de alimentos, se le comunicó que algo había por el rumbo de Chalco, pero los enviados a Puebla, le comunicaron que apenas había alimentos para la subsistencia de la gente de aquel lugar.

También se investigó en el valle de Atlixco, en el de San Salvador y en Huamantla, donde había habido buenas cosechas, pero el alto costo del transporte lo hacia prohibitivo. La carestía hizo que el pueblo comenzara a acudir en tropel a la alhóndiga en busca de maíz, lo que hizo que se racionara, expendiendo solo una cuartilla a cada comprador. Durante todo noviembre continuó la gran demanda, lo que alarmó al virrey por lo que envió nuevamente a funcionarios a Chalco, así como a los valles de Toluca, Ixtlahuaca y Metepec. De Chalco regresó el 20 de enero de 1692 y de los demás valles hasta mediados de febrero del mismo año, con la buena noticia que habían conseguido remesas considerables y cotidianas de maíz para la alhóndiga de la Ciudad de México.



El virrey consideró necesario también acudir por más maíz a tierra adentro, especialmente a Celaya donde había sido buena la cosecha y estaba barato. Pero hubo dificultades para traerlo porque los productores carecían de recuas. Envió a uno de sus funcionarios a Celaya para que personalmente recaudara todo el maíz que hallase y lo enviara sin dilación a esta capital. Y así con las remesas de Chalco, Toluca y Celaya pareció que se lograba controlar la situación. Pero aún faltaba otra desgracia, desde el 3 de febrero de 1692 hasta el 6 del mismo mes, hubo lo que ahora llaman un frente frio, empezó a lloviznar con agua nieve y a nevar sobre los montes y serranías como no había sucedido en un siglo. Esto, más el frío excesivo al cual no estaba acostumbrada la gente ocasionó muchas muertes, así como también en el ganado tanto mayor como menor y especialmente en el mular. Por lo que a la carestía de pan y maíz se añadió ahora la falta de carne.

Pero lo más sentido fue la falta de recuas, ya que de ellas dependía el aprovisionamiento del maíz.  Agravándose la situación, el Conde de Galve convocó a una asamblea de los vecinos más importantes de la capital, la cual se llevó a cabo el 29 de abril de 1692, tomándose acuerdos que facilitaron el transporte y venta del maíz. Una de las cosas que era necesario hacer era reparar la calzada de Tenayuca que era el tramo inicial del Camino Real de Tierra Adentro, el cual había quedado en muy malas condiciones a consecuencia de la inundación de 1691. Para el mes de mayo gracias a la labor del virrey, ya no hubo falta notable de maíz en la alhóndiga. Pero para fines de este mes empezaron a faltar las remisiones de Chalco y de Celaya, estas últimas por falta de recuas.

Empezando junio corrió el rumor de que se agotaba el maíz y toda la gente corrió a la alhóndiga dando como resultado la muerte de una criatura, esto fue el 6 de junio, a partir de entonces la protesta empezó a subir de tono llegando a su clímax el domingo 8 de junio de 1692 con el incendio del palacio Virreinal y de las casas del cabildo gobierno de la ciudad )  pero esto es otra historia. * 1

Mientras tanto se trabajaba en la reconstrucción de la calzada de Tenayuca y sus puentes gracias al empeño del Conde de Galve y al haber obtenido el financiamiento del Real Consulado ( antecedente de la Cámara de Comercio ), siendo en ese año Prior el Cap. Luis Sáenz de Tagle, así pronto estuvo listo. Para celebrar su terminación se decidió levantar un monumento conmemorativo cerca de la garita de Santiago, en los linderos del barrio de San Simón Tolnahuac. Seguramente en el gran día de la apertura, desde temprana hora empezaron a llegar grandes personajes de la ciudad, para llegar poco después en medio de gran pompa, la guardia de alabarderos con los estandartes reales, siguiéndolos la carroza  del virrey, los ministros de la Audiencia, los oficiales de la Real Hacienda, los miembros del Real Consulado, los representantes del cabildo eclesiástico y seglar, y los prelados de las religiones, especialmente los franciscanos de Tlatelolco, ya que la calzada se pondría bajo la protección de Santiago Peregrino. Una vez estando todos presentes, se dijo un discurso laudatorio en donde se dieron las gracias al virrey y al Consulado, explicando los motivos de mi construcción y de la inscripción que tengo para eterna memoria, a continuación se procedió a rociarme con agua bendita.

Fue así como inicié mi existencia hace ya más de 320 años.

Ciudad de México
9 de diciembre de 2012

Escrito previo de la investigación del agarrido05@hotmail.com

  • 1.-Ver -México a través de los Siglos- Tomo Segundo, El Virreinato, Historia de la Dominación Española en México desde 1521 á 1808.
  • D. Vicente Riva Palacio, 1887, edición de 1973. 

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