sábado, 17 de octubre de 2015

Violencia

Alejandro Mario Fonseca

En estos tiempos que nos todo vivir, de violencia generalizada a lo ancho y largo de nuestro país, conviene revisar algunos de los textos clásicos sobre el tema. Entre estos destaca la Historia natural de la agresión, editado en español por Siglo XXI, en 1970. El contenido del texto son las ponencias de un simposio celebrado en Londres en 1963, en el que participaron principalmente antropólogos, sociólogos y psiquiatras. El objetivo fue el de estudiar el origen de la agresión en la especie humana, en especial en situación de guerra, pero también la violencia al interior de grupos humanos en situaciones de convivencia “normal”.



Entre las ponencias destacan las que estudian el comportamiento de los animales, en cuanto a sus actitudes agresivas, tanto por su interés intrínseco como para su comparación con los actos de la especie humana. Uno de los más interesantes es el experimento del profesor norteamericano Harry F. Harlow. Lo que hizo fue criar monos Rhesus aislados de sus madres, pero con acceso entre ellos  en una especie de sociedad de huérfanos exenta de influencia de adultos. 

Los huérfanos entablaron relaciones entre ellos con algo menos de rapidez y facilidad que grupos similares con acceso a sus madres. Pero cuando crecieron, los huérfanos fueron monos normales desde el punto de vista de la conducta, con comportamientos sexual y explorador normales, y niveles de agresividad normalmente moderados. Por otro lado, algunos monos jóvenes fueron criados aislados no solamente de sus madres sino también unos de otros. 

Ya crecidos, mostraron graves trastornos del comportamiento. Se parecían a los pacientes esquizofrénicos humanos. Cuando se les dio posteriormente oportunidad, no mostraron respuestas sociales positivas de ninguna clase. Se estuvieron sentados, mirando fijamente, en sus jaulas, y se mordían si se acercaba alguna persona. Su conducta sexual estaba muy trastornada. 

Pero unas cuantas hembras criadas así fueron finalmente preñadas por machos normales excepcionalmente pacientes y persistentes. Tales hembras tuvieron hijos; pueden, pues, describirse como “madres sin madre”.

La conducta de las madres sin madre hacia sus pequeños fue tremenda e inhumana (o mejor “no simiesca”). No mostraron respuesta ni atención positivas. Los monos pequeños intentaban sin cesar entrar en contacto físico con sus madres, que los tiraban o pisoteaban como si fueran desperdicios o parásitos. 

Al igual  que los huérfanos considerados anteriormente, los monos jóvenes tuvieron acceso unos a otros, y adquirieron cierta capacidad para la conducta social. Pero evidentemente habían padecido una intolerable frustración en su infancia. A medida que crecieron, mostraron más agresión que ningún otro de los grupos estudiados, Y a veces se diría que se asemejaban a los delincuentes juveniles humanos.

mala  madre
Conclusión:
La agresividad intensa, anormal para la especie, sólo apareció en los monos sometidos a la crianza de una “mala” madre. Y debemos recordar que estas “malas” madres lo eran a causa del modo como habían sido criadas. Claramente el elevado nivel de agresividad de un primate es producto de la tradición cultural. En los seres humanos la cultura se transmite no sólo por los padres sino también, especialmente en la adolescencia, por iniciación, adoctrinamiento y otras presiones sociales; o en el mejor de los casos, por la educación.

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