martes, 4 de octubre de 2016

El mal gobierno ya está tocando fondo

Por Alejandro Mario Fonseca

El año 2000 fue muy importante para nosotros los mexicanos. “Había llegado la democracia”. Vicente Fox, un  ranchero, ex gerente de la Coca-Cola, llegaba al máximo poder político de nuestro país por la vía de las urnas.
Desde entonces hemos vivido un jaloneo, un estira y afloja, entre aquellos que se resisten a aceptar las nuevas condiciones políticas, las nuevas reglas del juego, y los que aspiramos a un México moderno.

Al mismo tiempo, tal vez como resultado del debilitamiento del enorme poder que detentaban la presidencia de la república y su partido el PRI, apareció la violencia organizada que poco a poco ha ido restándole poder al gobierno federal y a algunos gobiernos estatales y municipales.

Foto: Cuartoscuro
El segundo boom petrolero
A dieciséis años de distancia la situación es desastrosa. Los mexicanos no hemos podido consolidar un régimen verdaderamente democrático. Los presidentes panistas carecían de oficio político y no tuvieron las suficientes agallas para desmantelar la estructura de poder heredada: las mafias sindicales principalmente.
Para colmo la bonanza petrolera tomó nuevos bríos, tras una caída de los precios del barril entre 1985 y el 2000 volvió a subir desde los 50 dólares hasta alcanzar poco a poco los 140 dólares en el 2008. ¿Hubo disciplina financiera y el abuso y despilfarro que habían caracterizado a los gobiernos de Echeverría y López Portillo ya no se repitió? No, lo que cambió  fue que  se canalizaron grandes recursos hacia los gobiernos de los estados, también hubo importantes inversiones en infraestructura.
 La corrupción y  la impunidad  no habían llegado a su fin, se expandieron: además del poder federal, ahora incluirían  a los poderes estatales y a muchos gobiernos locales.

¿Una nueva clase política?
La gran mayoría seguían siendo gobernadores priistas y los pocos panistas y perredistas que llegaron a las gubernaturas de los estados muy pronto se acomodaron a la nueva situación. Al grado de que hoy en día es difícil saber a qué partido pertenecen unos y otros, casi todos gobiernan igual, en la opacidad; además se ha dado el fenómeno de los “chapulines”, miembros de la clase  política que saltan de un partido a otro dependiendo de las oportunidades que se les presentan.
 A la par creció el crimen organizado y poco a poco se fue diversificando e incluyendo además de la producción y comercio de drogas prohibidas, el secuestro, la extorción, la trata de personas,… y se sigue diversificando: también se infiltró en los gobiernos.
Tal vez estoy exagerando, debe haber honrosas excepciones, pero lo dudo, las últimas declaraciones del presidente Peña Nieto son contundentes. Ya había tenido un desliz hace apenas un año cuando declaró que la corrupción es un fenómeno cultural, no sé si intentaba racionalizar el asunto de la “casa blanca” o si se estaba disculpando.
Pero lo que dijo ahora fue el colmo debido al momento que escogió para hacerlo. Precisamente cuando se están haciendo públicos los casos de corrupción de varios gobernadores, funcionarios y ex funcionarios y en plena inauguración de la Semana Nacional de Transparencia dijo: la corrupción somos todos, no hay alguien que se atreva a tirar la primera piedra, porque todos han sido parte de ella.

¿México está “tocando fondo”?
Yo no lo creo. No es cierto que la corrupción nos incluya a todos. Aun cuando la desafortunada declaración se refiera a la clase política, no es cierto. Es más, si se estuviera refiriendo exclusivamente a los priistas y sus aliados del verde, tampoco es cierto. Conozco algunos priistas que han logrado mantenerse en la honradez, aunque es cierto que cada vez son menos.
Lo que si es cierto, es que la corrupción y su hermana siamesa la impunidad ya no tardan mucho en llegar a su fin. Y es que la situación ya no da para más. El crimen y la  violencia se están generalizando. El mal gobierno ya está tocando fondo,  las noticias así lo confirman.
¿Qué no? Día con día lo constatamos, solo hay que ver lo que pasó el fin de semana. En Morelia y en buena parte de Michoacán, las empresas camioneras se vieron obligadas a suspender sus servicios debido a los asaltos de la delincuencia y a los secuestros de los estudiantes. En Guanajuato la gente descarrila trenes para saquear la mercancía de los vagones. Y en la ciudad de Culiacán el ejército fue sometido violentamente para rescatar a un capo del narcotráfico.
Insisto, la clase política mexicana ya está tocando fondo. La situación ya es prácticamente insostenible. El crimen y la violencia están llegando a límites insospechados y todo esto en medio de una grave devaluación del peso que parece incontenible. Además, por si todo esto fuera poco,  el precio del petróleo ya se estancó a la baja y el gobierno volvió al vicio del endeudamiento.

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