jueves, 13 de octubre de 2016

La crisis del capitalismo depredador

Alejandro Mario Fonseca

Una crisis (del latín crisis, a su vez del griego κρίσις) es una coyuntura de cambios en cualquier aspecto de una realidad organizada pero inestable, sujeta a evolución; especialmente, la crisis  de una estructura. Si los cambios son profundos, súbitos y violentos, y sobre todo traen consecuencias trascendentales, van más allá de una crisis  y se pueden denominar revolución.
Las crisis pueden designar un cambio traumático en la vida o salud de una persona o una situación social inestable y peligrosa en lo político, económico, militar, etc. También puede ser la definición de un hecho medioambiental de gran escala, especialmente los que implican un cambio abrupto.
 Hago esta larga cita que tomé de la Wikipedia, porque los mexicanos, al vivir permanentemente en crisis desde la década de los años 70, ya no sabemos lo que es vivir en la “normalidad”.

Blanco sobre negro: La banca nunca pierde


¿La crisis mexicana una enfermedad que llegó para quedarse?
Cuando yo era niño y durante mi primera juventud me tocó vivir una etapa que los historiadores han etiquetado como el “desarrollo estabilizador”. Otros también le han llamado “milagro mexicano”, fue un modelo económico utilizado en  desde 1954 hasta 1970.
 Las bases de este modelo radican en buscar la estabilidad económica para lograr un desarrollo económico sostenido, continuo. La estabilidad económica significa mantener la economía libre de problemas como inflación, déficit en la balanza de pagos, devaluaciones y demás variables. Antonio Ortiz Mena el secretario de Hacienda y Crédito Público fue el estratega que logró mantener una tasa de crecimiento económico de 7% anual durante dos décadas.
¿Qué fue lo que pasó? Pues que los sucesivos gobiernos, desde el de Echeverría hasta el actual de Peña Nieto, abusaron del gasto público, pusieron en circulación más dinero del que correspondía al crecimiento real de la economía y además endeudaron al país.

Los bancos nunca pierden
Incluso los gobiernos panistas de Fox y Calderón no pudieron sacar al país de la inercia heredada. Habían llegado con la oferta de campaña de la estabilidad económica, sin embargo, aunque en menor grado, cayeron en los mismos vicios de los priistas: abuso, despilfarro, más deuda y corrupción.
Si a alguien lo consuela, hay que decir que México no es el único país que vive crisis recurrentes. Ahí están Argentina y Brasil, por citar los casos más cercanos. Y claro que allá también han padecido gobiernos malos e irresponsables; pero lo interesante es que también están terriblemente endeudados con los bancos mundiales, y ahí está la clave del problema.
Los bancos nunca pierden. Si usted se endeuda y no tiene con qué pagar, le embargan sus bienes. Igual sucede con las empresas y con los países, el poder financiero mundial siempre gana. La acumulación capitalista necesita canalizar sus excedentes y los grandes bancos lo hacen hacia los países “pobres”, “en desarrollo” con el aval del Fondo monetario Internacional y del Banco Mundial.

La crisis es el modelo económico centralista, injusto y depredador.
La sociedad norteamericana es esencialmente consumista y uno de sus motores económicos ha sido la industria de la construcción. A fines de los 80 el sector de bienes inmobiliarios se saturó, la oferta fue mayor que la demanda y este hecho combinado con la elevación de los precios del petróleo, amenazó con una grave recesión.
¿Cómo sortearon la crisis? La aplazaron con crédito y más crédito. La orgía consumista a base de deuda se combinó en una burbuja inmobiliaria creada por la industria bancaria de las hipotecas que muy pronto explotó; el precio del petróleo llegó a máximos históricos (147 dólares por barril); todo se encareció. La crisis estalló en 2007 y el gobierno federal tuvo que entrar al rescate de los bancos de Wall Street con 700 mil millones de dólares.
Lo que poco a poco ha ido quedando claro de esta última crisis, es que el modelo de crecimiento económico basado en la energía barata de un bien no renovable (petróleo), producido y administrado verticalmente, deviene en una acumulación de capital, de tal magnitud, que impide el consumo masivo: las crisis recurrentes son inevitables.
Lo que se requiere es un nuevo paradigma económico basado en energías renovables producidas y comercializadas de manera distribuida, lateral, democrática. Los europeos ya lo tienen muy claro y los norteamericanos, a regañadientes también. ¿Y los mexicanos? 

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