jueves, 23 de noviembre de 2017

Crítica significa análisis, no destrucción

Alejandro Mario Fonseca
A mi amigo Alejandro Oaxaca
Hace ya dos años y medio, cuando empecé a colaborar con mi hermano Antonio en Vivir en Tlatelolco, hice mi declaración de principios; hablaba yo de la palabra correcta. Hoy quiero reiterar aquella defensa.
Decía el maestro Sidartha Gautama, el Buda, el iluminado, que la palabra correcta requiere de tres reglas: 1. Decir siempre la verdad; 2. Que esa verdad sea útil, sino mejor no la digas y 3. Hay que decirla de buen modo.
Pues bien, en el trabajo periodístico es difícil cumplir cabalmente con estas tres reglas. ¿Por qué? Pues porque de lo que se trata es de colaborar en el qué hacer cotidiano de la política y la administración pública.
Y resulta que en los tres órdenes de gobierno, tanto en el federal como en el estatal y el municipal, se cometen muchos errores y abusos, que es difícil callar, porque sí no uno se convierte en cómplice.
Así que a pesar de los riesgos que la labor editorial periodística conlleva, he intentado ser fiel a mis principios. Desde luego que me he equivocado, y siempre estoy abierto a recibir, todo tipo de comentarios y correcciones, tan solo esperando que también me los hagan de manera honesta, sin mentir, buscando un intercambio positivo y provechoso.

Beethoven el Monstruo

Por un periodismo educativo
 En mí columna he intentado, además de ser crítico, desde el punto de vista del análisis político, no desde la óptica del insulto, de la denostación; también desarrollar un género propio (toda la vida he sido maestro) de periodismo educativo.
Y es que muchas veces los analistas del quehacer político se olvidan de los lectores y escriben como si todo mundo contara con el vocabulario especializado de las ciencias sociales. Por eso procuro siempre en mis notas incluir conceptos claros tomados de textos o de enciclopedias.
Mi objetivo es el de ir contribuyendo poco a poco a la formación de un público lector con suficiente discernimiento como para tomar decisiones propias en el quehacer cotidiano de la vida política.
Hay que romper con los viejos vicios del periodismo fácil y ramplón dedicado a aprovecharse de la ignorancia. No estoy de acuerdo con la utilización de los medios como un instrumento de manipulación política: me opongo rotundamente al “chayote” en todas presentaciones.
Tampoco estoy de acuerdo con la utilización de los medios como armas para destrozar y denigrar (vea usted, sobre todo en las redes de Internet hasta dónde ha llegado el abuso). Así que hay que decir y muy fuerte ¡NO A LA GUERRA SUCIA EN POLÍTICA!

Iluminado, chairo, tecnócrata, romántico…
Y sí, resulta que afortunadamente he tenido una buena respuesta de mis lectores. No son muchos, pero cada vez son más. La mayoría me anima a seguir escribiendo e incluso me sugieren temas. Pero también hay algunos a los que no les gusta lo que escribo. Y qué bueno.
Una crítica recurrente, ya no tanto, es que mis artículos son muy largos y difíciles. Esto lo he corregido explicando los conceptos y utilizando sinónimos; pero lo mejor es que se acostumbren a utilizar un diccionario. En cuanto a que son largos lo que les pido es paciencia, perseverancia en la lectura.
También hay quien me ha tachado de “sofisticado” y hasta de “iluminado”. Créanme que trato de utilizar un lenguaje sencillo pero no siempre se puede; y en cuanto a lo de iluminado, pues gracias, ojalá fuera cierto.
Otro calificativo que no me ha sorprendido es el de “tecnócrata”. Y no me sorprende porque soy ingeniero de licenciatura. Y sí,  tengo fe en el progreso basado en la ciencia y la tecnología. Pero siempre insisto en que sin ética no puede haber progreso, aun utilizando la mejor tecnología.
Y ya casi para terminar, lo de “chairo”, sí que me ha sorprendido. Porque aun cuando en mi primera juventud fui de izquierda como muchos, ya en la madurez estoy más cerca de los liberales sin renunciar al humanismo. Sí esto no lo reflejan mis escritos a primera vista, es porque hay que leerlos con calma, de principio a fin.

El romanticismo: un contrapeso del racionalismo
Dejé para el final el tema del romanticismo. Porque además de ser un movimiento cultural y artístico que me apasiona, ya hubo alguien que me tachó de romántico. No lo soy pero me gustaría mucho haberlo sido.
Por suerte o por desgracia, no lo sé, fui educado en un férreo racionalismo científico. Lo que no quiere decir que no me interesara por otras corrientes culturales y artísticas, sobre todo por los románticos.
A la par de los racionalistas leí a los románticos alemanes que en México se pusieron de moda a fines de los años 60. Cuando tenía 17 años mi papá me regaló María Antonieta una biografía de la reina María Antonieta de Austria escrita por el autor austríaco Stefan Zweig.
Fue una delicia, después leí Magallanes, Fouché, y otras obras también de Sweig. Para mí fue una introducción al mudo del romanticismo. De allí, salté a las obras ya plenamente románticas de otro alemán,  Hermann Hesse.
Y vinieron muchos otros, pero nada como los músicos románticos, sobre todo Ludwig van Beethoven. Yo diría que es el prototipo del romanticismo alemán y mundial. Tendría yo 16 años cuando escuché por primera vez su Séptima Sinfonía: lloré en el segundo movimiento, el  Allegretto. Pero ya me estoy desviando del tema original. ¿Qué es el romanticismo?

Beethoven el Monstruo
El romanticismo surge en Europa ya entrado el siglo XIX cuando poetas y filósofos aseguraban que lo más noble que puede hacer un hombre es servir a su propio ideal interior, sin importar el costo.
“El ideal se presenta bajo la forma de un imperativo categórico: obedece la luz interior que está en ti porque en ti está encendida, y eso es razón suficiente”.
Para Isaiah Berlin, el historiador de las ideas, Beethoven fue el paradigma del héroe romántico. Tosco, ignorante, pobre, mal vestido, apartado del mundo, torpe en lo que a problemas prácticos atañe, mal portado, grosero y violento en sus relaciones con los demás seres humanos; pero un ser sagrado porque está plenamente dedicado a un ideal.
El romántico desafía al mundo de todas las maneras posibles, nunca se vende, es íntegro y fiel a sus principios, a su vocación, a la creatividad a  la cual entrega su vida.
Por todo ello es que me halagó que alguien me considerara romántico, e insisto me gustaría mucho haberlo sido. Ya para terminar, amable lector, le recomiendo que vea la película Beethoven monstruo inmortal. Está en You Tube aparece con su nombre original: Copying Beethoven (Copiando a Beethoven). Véala y disfrútela, me lo va agradecer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario