lunes, 27 de noviembre de 2017

Más sabe el diablo por viejo que por diablo

Alejandro Mario Fonseca

Quiero iniciar ésta nota con una duda que tengo desde hace rato. ¿López Obrador es realmente un líder carismático con suficiente experiencia y solvencia moral como para enderezar este país?
¿O muchos de los que estamos ávidos de corregir la terrible situación de corrupción e impunidad que vivimos desde hace ya más de seis décadas, y que se ha exacerbado desde el salinato, estamos creándonos falsas expectativas?
La primera hipótesis es la más sencilla, la más directa, la que no requiere mayor explicación que la de la gente humilde y bien intencionada: a los mexicanos nos urge un presidente “bueno que nos ayude”. Y ese es López Obrador: el “filántropo que rompió con el ogro”.

Entonces el líder de Morena sería una especie de “demiurgo” político. Término filosófico que en la filosofía platónica y gnóstica, significaba artífice o alma universal que es principio ordenador de los elementos preexistentes.
Y esta metáfora resulta perfectamente coherente con nuestra tradición política: la mayoría acepta el poder unipersonal absoluto del presidente en turno y deposita en él todas sus esperanzas. Pero ya no tanto.

AMLO ¿Angel o diablo?

¿México ya cambió?
Sucede que desde que Vicente Fox, el “bufón de la casa presidencial” llegó a Los Pinos, el sistema político mexicano  cambió, el presidente ya no detenta el poder absoluto.
 Ahora lo comparte con los gobernadores, los partidos políticos, el capital financiero internacional y una estrecha plutocracia nativa; y aunque ya en menor medida, también con los medios de comunicación, la Iglesia y el Ejército.
Y resulta que todos estos personajes y grupos tienen sus propios intereses y seguramente van a jugar sus cartas y le van a apostar a aquél candidato que les garantice seguridad. Por no hablar de la continuidad del dinero fácil que, para ya no pocos, garantiza la corrupción y la impunidad.
Así que ahora el “presidencialismo mexicano” ya no es incompatible con la existencia de “demiurgos inferiores”. Y ampliando la metáfora, el “demiurgo” también tendría una segunda difícil tarea, la de alinear o negociar con todos aquellos que lo desafíen, incluso sus propios correligionarios.
Y aquí es donde entra la segunda hipótesis, la de las falsas expectativas. ¿Tendrá López Obrador la suficiente capacidad como para obligar a los “nuevos demiurgos” a corregir sus excesos, sus abusos, sus excentricidades y demás vicios?
No lo creo, y la prueba está en que ni siquiera cuenta con la suficiente capacidad para participar con sus propios candidatos. Está echando mano de priistas.

¿Cambiar para seguir igual?
Tomo la noticia del diario La Jornada de Oriente. Dos ex militantes del Partido Revolucionario Institucional (PRI) se quedaron con las dos candidaturas que registrará Morena para el Senado de la República en Puebla.
 En el primer lugar de la fórmula se registrará al diputado federal Alejandro Armenta Mier y en el segundo a la ex funcionaria federal Nancy de la Sierra Arámburo.
El Comité Ejecutivo Nacional (CEN) dio a conocer la decisión en una reunión que sostuvo ayer con los ganadores de las posiciones y los aspirantes descartados. (24/11/2007).
¿Y quiénes son los descartados? Nada menos que Gabriel Biestro Medinilla, Fernando Jara Vargas y Miguel Guerra Castillo, liderazgos de larga trayectoria en el movimiento que encabeza Andrés Manuel López Obrador, fundador y actual dirigente nacional de Morena.
Así que dos avezados priistas, además  “marinistas”, Armenta Mier y Nancy de la Sierra, van para el Senado de la República enarbolando la bandera de la regeneración nacional, de la honestidad valiente, de la austeridad repúblicana, etcétera.
Y aunque nos falta mucho por ver, ya que todavía está pendiente  la designación de los candidatos a diputados y a presidentes municipales, la noticia resulta de muy mal agüero. Y es que se trata de un pésimo inicio del “Peje dedazo” y presagia  lo que todavía estamos por vivir.

¿Secta de sinvergüenzas?
Pero más que un mal presagio se trata de una   señal supersticiosa de los acontecimientos políticos del futuro inmediato. Y es que ¿dónde quedó, ya no digamos la “democracia” (las famosas encuestas), sino la lealtad y el respeto hacia la propia militancia?
¿Qué es la democracia? se preguntaba Jorge Luis Borges allá por el año 1976. Y  el argentino gigante de las letras, se contestaba jocosamente que la democracia es una superstición muy difundida, un abuso de la estadística.
 “¿Usted cree que para resolver un problema matemático o estético hay que consultar a la mayoría de la gente? Yo diría que no; entonces ¿por qué suponer que la mayoría de la gente entiende de política?
La verdad es que no entienden, y se dejan embaucar por una secta de sinvergüenzas, que por lo general son los políticos nacionales. Estos señores que van desparramando su retrato, haciendo promesas, a veces amenazas, sobornando, en suma.
Para mí ser político es uno de los oficios más tristes del ser humano. Esto no lo digo contra ningún político en particular. Digo en general, que una persona que trate de hacerse popular a todos parece singularmente no tener vergüenza. El político en sí no me inspira ningún respeto. Como político."

¿Pactando con el diablo?
Borges es demoledor por eso resulta catártico. Pero existe otra interpretación de los hechos, más weberiana, más maquiavélica. Sería aquella en la que AMLO por fin entendió que sólo no podrá llegar a la presidencia de la República.
Morena carece de estructura partidaria en gran parte del país, y en donde la tiene es muy raquítica. Puebla no escapa a esta realidad y los pocos líderes auténticos de Morena son desconocidos para la mayoría de los poblanos.
Este hecho, combinado con el férreo dominio del morenovallismo en la entidad, ha traído como consecuencia que muchos priistas hayan quedado en el limbo de la política, esperando que un ángel piadoso les tienda la mano para regresar al paraíso de  la clase política en el poder.
La apuesta de López Obrador no es tan descabellada. Los priistas Armenta Mier y Nancy de la Sierra probablemente le darán más votos que cualquier otro candidato de su propio partido.
Pero quedan dudas en el aire. ¿Si estos priistas llegaran al Senado  estarían dispuestos a renunciar a los privilegios y canonjías que se disfrutan allí? ¿Ya habrán leído el Proyecto de Nación de AMLO? ¿Van en serio, o ya como senadores se regresarían al PRI?
Y ya para terminar. ¿Es AMLO un ángel piadoso o un diablo maquiavélico? Yo creo que como “viejo diablo” las dos cosas, cada una en su momento. A ver qué pasa.

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