sábado, 16 de diciembre de 2017

Ricardo Anaya ¿pirrurris?

Por Alejandro Mario Fonseca

Luis Alba García (nacido el 7 de marzo de 1945 en Veracruz), conocido en el medio artístico como Luis de Alba, es un cómico mexicano que ha trabajado para la televisión, el cine y el teatro.
Uno de sus personajes más famosos fue El Pirrurris (el hijo presumido de un millonario). Su programa de televisión más famoso era "El mundo de Luis de Alba" (1978-1981), donde el Pirrurris y otros personajes aparecían con regularidad.
 Después de que este programa dejó de transmitirse, Luis de Alba se mantuvo muchos años lejos de la televisión, pero las nuevas retransmisiones de sus antiguos programas siguieron siendo populares.
En 2004 volvió, personificando al Pirrurris, en el programa de Jorge Ortiz de Pinedo llamado La Escuelita VIP, una comedia para adultos desarrollada en una escuela primaria en la que los estudiantes son personificados por actores adultos.
Resulta, amable lector, que hora que el dedazo de Ricardo Anaya, el máximo líder del Partido Acción Nacional, apunto hacia sí mismo, Andrés Manuel López Obrador no tardó en tacharlo de “pirrurris”, de “señoritingo”.
Yo leí la noticia en el diario Reforma y me pareció una apreciación provocadora. Y al escribir esto, me percato de que no pocos medios le agregaron el calificativo de “blanco”, con lo que AMLO ahora resulta además de grosero, racista.
Y esto último sí que me resulta divertido, pero mañoso y manipulador. Lo que veo es que las campañas electorales todavía no inician pero ya toda la oposición a AMLO está rabiosa. Lo tachan de todo: populista, mentiroso, malo, peligroso, ratero, etcétera; y además de racista.

Diego Fernández de Cevallos y Ricardo Anaya

¿Quién es Ricardo Anaya?
Pero antes de seguir con el tema veamos quién es Anaya. Nació en Querétaro el 25 de febrero de 1979.  Es un abogado y político mexicano, miembro y expresidente del PAN.
Fue diputado federal por la vía plurinominal en la LXII Legislatura del Congreso de la Unión; y Presidente de la Cámara de Diputados; también fue líder del Grupo Parlamentario del PAN en dicha cámara.
Se desempeñó como presidente nacional del PAN desde enero del 2015 hasta el 9 de diciembre de 2017, cuando anunció sus intenciones de buscar la candidatura presidencial por la coalición Por México al Frente. Su carrera política es meteórica.
Su currículum académico aunque efímero, no es despreciable. Abogado por la Autónoma de Querétaro, también es doctor en ciencia política por la UNAM. Ambos títulos lo obtuvo con mención honorífica.
Así que se trata de un joven panista brillante, pero sobre todo muy hábil para la política. Cuando empezó a sobresalir en las noticias me pareció un “Jefe Diego” en chiquito. Y ahora resulta que no estaba yo tan herrado: su principal asesor resultó ser Diego Fernández de Cevallos.

El Jefe Diego: “cerebro maquiavélico” de Anaya
No quiero desviar mi crítica hacia el “Jefe Diego”, tan sólo destaco dos datos.  Durante toda su vida ha destacado como abogado, siendo controvertidos los casos que ha manejado pues ha sido acusado de utilizar sus influencias políticas para obtener información y cuantiosos beneficios personales.
Y segundo, en 1993 fue candidato a la presidencia de la República compitiendo con Ernesto Zedillo y con Cuauhtémoc Cárdenas. Y tras un debate televisivo muy polémico, pero que a todas luces ganó, se hizo a un lado  para dejarle el camino libre a Zedillo.
Hay quienes aseguran que recibió mucho dinero del gobierno de Salinas para que facilitara la victoria del abanderado del PRI. No sé si sea cierto, pero lo que sí sé es que casi abandonó su campaña política: se dejó ganar.
Y ahora el “Jefe Diego” aparece como el “cerebro maquiavélico” atrás de Ricardo Anaya. Y sí, me parece lógico, ¿cómo es posible que un jovencito con una trayectoria política tan limitada haya desplazado a los viejos lobos del PAN?
 Pero además el hecho de que el “Jefe Diego” este atrás de Anaya resulta de muy mal agüero. Espero equivocarme, pero el inicio de campaña de Anaya no deja lugar a dudas: su principal tarea parece ser no la de ganar, sino la de atacar a AMLO para allanarle el camino a José Antonio Meade.

¿De verdad Anaya quiere ser Presidente?
¿Qué no? Tan sólo hay que ver con cuidado su discurso de inicio de campaña del pasado domingo (10/XII/17). Y es que su arranque su posicionamiento político, debió haber sido breve, anecdótico y emocional, pero resulto frío y aburrido, decepcionante.
Empezó bien, apuntando que el gobierno de Peña Nieto ha sido un “verdadero desastre nacional”: degeneró en más corrupción, más inseguridad y más desigualdad. Bien, pero “el gobierno de Peña no es el responsable, sino que el problema de fondo es “que no hemos cambiado de régimen político”.
Y entonces apuntó sus baterías contra los gobiernos de Vicente Fox y de Felipe Calderón. Ellos “son los responsables de que las estructuras priistas, profundamente corruptas, sigan vigentes”. ¿Dónde quedó el orgullo panista?
Disparó sobre todo contra Calderón ya que fue “el sexenio con mayor inversión en infraestructura en la historia de nuestro país, pero seamos sinceros y seamos autocríticos: otra vez no cambiamos las estructuras clientelares y corporativas del PRI, quedó intacto el pacto de impunidad”. 
“Y también hay que decirlo: de buena fe, con rectitud de intención, pero sin una estrategia clara y eficaz se disparó la violencia hasta alcanzar niveles francamente insospechados. Y detrás de esa violencia hay enorme sufrimiento. Hay tragedias humanas. Hubo avances, sí. Pero no cambiamos el régimen.”

Pirrurris: junior millonario y presumido
Pero lo más desconcertante del discurso no fue la crítica, sino la propuesta. En lugar del desmantelamiento de las redes de corrupción, o de una verdadera estrategia para combatir la violencia y la inseguridad, propuso el “Ingreso Básico Universal”: con lo que sonó más pejista que el Peje.
Y ya para rematar, atiborró a su auditorio con una mezcla de temas  y cifras sobre la pobreza, empresas exitosas, modelos económicos y avances tecnológicos,… que nada tenían que ver con el posicionamiento político que todos sus correligionarios esperaban.
No estoy de acuerdo con el empleo de epítetos, apodos y calificativos para denigrar a la oposición política, pero en el caso de Ricardo Anaya, parece estarse ganando a pulso el mote de “pirrurris”. Al menos en su ceremonia de inicio de campaña eso fue lo que demostró a sus correligionarios.
Estoy seguro de que para no pocos panistas Anaya resultó más que audaz e inteligente; un traidor, inescrupuloso e irresponsable.
Y ya para terminar, no entiendo el subterfugio de tachar a AMLO de racista. A ver si no les sale el tiro por la culata. Si alguien tiene fama de racista son los personajes prepotentes, hipócritas y conservadores al estilo del “Jefe Diego”.
Bibliografía: Anaya no quiere ser presidente: quiere ser el Albert Einstein de México; L. A. Espino; Revista Letras Libres

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